Menudos días he escogido para retomar este cuaderno de bitácora que más que mi rumbo describe mi deriva... Pero, en fin, quizás porque estos días son como son que he decidido reescribir, aunque noto que mis dedos ya no encuentran tan fácilmente las teclas ni mis ideas encuentran fácilmente mi mente. Se nos han ido dos grandes, inmensos, irremplazables, irreverentes, inimitables... geniales! Seguro que Pepe está haciendo reir a su Federico, mientras Mario habla con Schopenhauer sobre el amor, las mujeres y la vida.
jueves, 28 de mayo de 2009
Mario
¿Qué pasó? Me levanté temprano, me duché y me lavé los dientes. Me perfumé y salí a la calle a la misma hora de siempre. ¿Qué hice mal? El cielo estaba gris, lloraba. La palabra se quedó huérfana, muda, por tu marcha. Llegó el fatídico día. Estaba claro que tarde o temprano llegaría, pero nadie quería creerselo. Y de pronto, llegó, y nos lo tuvimos que creer a la fuerza. No tardaron en saltar las primeras voces coreando tu nombre. No faltaron ni sobraron. Tus amigos te recordaron, tus enemigos intentan todavía olvidarte... Pero no pueden. Porque tu voz se hizo fuerte a base de golpes... Porque la palabra escrita tiene un inconveniente para los malvados: No se olvida, porque se puede releer. Cuatro días antes de tu marcha, muchos estábamos recitando en voz alta tus palabras para animarte, para acompañarte. Ahora que nos has dejado, seguiremos cantando y recitando... Porque es lo que tú harías... Porque es lo que nos has enseñado. Gracias, Mario, y hasta la vista!
Suscribirse a:
Entradas (Atom)