Cada día cojo el autobús para ir al trabajo. Cada día, el camino al trabajo es prácticamente igual. Excepto hace dos días... El autobús pasa por la calle Mare de Deu de Montserrat donde hay, entre otros muchos comercios, una inmobiliaria, que está justo delante de un semáforo. Hace dos días el semáforo estaba en rojo, el autobús se detuvo y yo pude observar esta escena:
Delante de la inmobiliaria estaba un hombre de unos 40 años, con barba de tres días, humildemente vestido con camisa a cuadros y pantalones de pana, que mostraba a los transeúntes una pancarta que proclamava: "Mis hijos también tiene derecho a comer". Un policía le tomaba los datos y le intentaba apartar de la puerta del comercio. El hombre de la pancarta hablaba apaciguadamente y deduje que le informaba 'acertadamente' de que la calle era un lugar público y que no molestaba a nadie con su actitud (excepto a los de la inmobiliaria, claro!). Otro policía hablaba en la puerta de la tienda con un hombre trajeado que fumaba un puro y una chica joven con un vestido caro. Deduje que estos dos eran el dueño y la secretaria respectivos del establecimiento, sobre todo por las miraditas que dedicaban al hombre de la pancarta. Entonces, el autobús arrancó.
Ayer, volví a pasar con el autobús por delante de la inmobiliaria. Ya no había nadie con pancartas ni el semáforo se puso en rojo. Pero ví que una pareja joven con un carrito de bebé miraba las ofertas del escaparate. Me pregunté si ese bebé tampoco tenía derecho a comer.
martes, 6 de marzo de 2007
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