sábado, 10 de marzo de 2007
Muros
Hoy he conocido la esperada noticia de que las autoridades grecochipriotas han decidido demoler parte del muro que divide Nicosia, la capital de Chipre, en dos. Poca gente conoce de la existencia de este muro que separa a los grecochipriotas de los turcochipriotas de la ciudad. Ha existido durante décadas a la sombra de murallas más "significativas" como el Muro de Berlín. Esta frontera de cemento y ladrillo fue construido en 1974 por iniciativa de la ONU ante la invasión que sufrió la isla por parte de Turquía. El país árabe se adueñó con esta acción de un 36% de Chipre ( Ver wikipedia). Aquellos que han visitado Chipre y su capital dicen que en el lado del muro griego hay una avenida arbolada, con comercios turísticos, donde la gente pasea el fin de semana con sus hijos... Al otro lado, el turco, hay una vieja calle, sin asfaltar, sin comercios.
Los muros y las murallas han sido una táctica defensiva peculiar, pero muy utilizada en la historia de la humanidad. Quizás la más famosa es la Gran Muralla China, con 7.300 km y construida en el siglo III A.C. para proteger China de los ataques de las tribus de Mongolia. Otra muralla de la antigüedad, que conocí hace poco, es la muralla de Adriano, que construyó este emperador romano en el año 122 ante los ataques de las tribus celtas del norte de Britannia. La muralla cruzaba la isla británica horizontalmente, con una extensión de 117 kilómetros y se construyó en sólo 10 años. Por curiosidad, la única película de romanos en la que aparece esta muralla (almenos que yo haya visto) es "El Rey Arturo" del 2004, protagonizada por Clive Owen y Keira Knightley. Las murallas en estas épocas eran comprensibles: a los caballos o a los humanos les era casi imposible subir un muro de 10 metros mientras luchaban contra sus enemigos.
Pero en el siglo XX, justo tras la II Guerra Mundial y con el uso contrastado de los aviones como máquinas perfectas para la batalla, apareció sin que nadie lo esperara el Muro de Berlín, que servía para separar en dos Berlín entre la zona occidental, ocupada por EEUU, Gran Bretaña y Francia, y la zona oriental, la URSS. Y ya a finales de siglo aparece este nuevo Muro en Nicosia. Ambos muros fueron creados, ya no con la idea de defender un territorio del ataque enemigo, sinó con la idea de no permitir el paso de las personas de una a otra zona. De hecho, el muro de Nicosia se derrumbará, pero no se permitirá el libre paso de las personas. Y esto me lleva a otra reflexión más escalofriante. En realidad, estos muros, tanto los antiguos como los modernos, son una metáfora del velo ante los ojos. Ponemos un muro ante lo que no podemos controlar. No importa quienes sean los que están al otro lado del muro, no nos importa cómo vivan, si son ricos o pobres, si son mejores que nosotros o están pasando un momento de hambruna extrema. No sabemos quiénes son, pero tampoco nos importa, porque nuestro mundo acaba en el muro y lo que pase al otro lado nos es indiferente, nuestro mundo es este y éste es el lado correcto del muro. Creo que, almenos, esto es lo que piensan los gobiernos cuando construyen o mantienen estos muros en épocas en que el teléfono, la radio, Internet o las palomas han derrumbado otras fronteras mucho más altas e inexpugnables.
Los habitantes de Nicosia deben estar de celebración, yo brindo por ellos.
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