sábado, 28 de abril de 2007

Cuestión de aguante

Mis alaridos se escuchaban desde la calle. Al menos eso me dijo Wendy en cuanto abrió la puerta. "¿Qué ocurre? ¿Qué te ha pasado?", me preguntó y en su rostro leí que estaba preparada para cualquier cosa, tanto si significaba hacer la cena como si era extirparme cualquier órgano que me doliera.

- Nada, nada, que me estaba duchando.

- Ah... Eso... ya sería hora que llamaras al seguro para que arreglaran el calentador, no? Ya hace dos días que nos duchamos con agua helada.

Y así lo hice, llamé a la compañía de seguros y una señorita muy simpática me dijo que ya me llamarían para concretar un día y una hora para repararlo.

- ¿Qué le pasa al calentador?

- Pues que ese botoncito que hay que aguantar con el dedo para que la llama aguante no aguanta. Pero cuando consigo que aguante, quiero decir el botoncito, enciendo el agua caliente y entonces no aguanta, quiero decir la llama, ¿me entiende?

- Más o menos, ya le llamarán.

Y al día siguiente, una señorita diferente, pero igual de simpática, me dijo que pasarían al día siguiente. "¿Usted y quién más?, pregunté. "No, sólo el técnico!", me contestó. "Ah, vale, por un momento creí que debía preparar un convite". La chica me preguntó nuevamente qué le pasaba al calentador... Esta segunda vez, intenté explicarme lo mejor posible: "El botón que aguanta la llama no se aguanta, pero cuando se aguanta, es la llama la que no aguanta". "Entendido, vendrán mañana".

Al día siguiente, una hora después de la acordada, apareció el técnico, un hombre con amplias espaldas y armado con un par de destornilladores. Yo estaba excitado porque por fin podría explicarle y mostrarle a alguien in situ como, ni el botoncito ni la llama, se aguantaban. El hombre entró directamente a la cocina mientras yo le indicaba el calentador.

- Vé, este botoncito, el que hay que apretar y aguantar...

- Sí, sí, ya lo veo.

- Bien, pues le muestro como no se aguanta...

- Bueno, déjeme espacio.

- Es que le querría demostrar como...

- Ya lo miro yo.

Y sin dejarme abrir la boca ni demostrarle el resorte anti-aguante del botoncito, ese hombretón se puso a estrujar con todas sus fuerzas una rueda que tiene el calentador.

- No es eso lo que falla, es ese bontoncillo...

- Ya, es que estoy comprobando si gira.

- Es que está girando hacia el lado que no gira, si lo intentara al revés...

- Deje, estoy simplemente comprobando.

Y mi calentador aguantaba inexpugnable las acometidas feroces de ese hombretón contra la pobre rueda. Después lo abrió y comenzó a golpear los diferentes conductos con uno de sus destornilladores.

- Uy, este calentador habrá que cambiarlo. Es muy viejo.

- Sí?

- Yo no puedo hacer nada. Hay que cambiarlo. En dos o tres días tendrá uno nuevo. Mañana le llamarán mis compañeros y le darán el presupuesto.

- Pero... ¿No puede hacer un apaño? Al menos hasta que tengamos el nuevo.

- Uy, no, este calentador está muy mal, es imposible. Hay que cambiarlo. Espere que le preparo la factura. Mire, son 40 euros.

Joodeeer! Yo, cada vez que veo el calentador, pienso que es viejo y que hay que cambiarlo, pero no por eso se me ocurre cobrarle 40 euros a Wendy. Nunca un trabajo había sido tan eficiente. Máxima ganancia con el mínimo esfuerzo. Al día siguiente, me llamo un tipo y me dijo que cambiarlo valdría 590 euros.

- Coño, pero ¿qué tipo de calentador me van a poner?

- Uno totalmente nuevo que vale 300 euros.

- Y no me podrían poner uno totalmente usado, que aún funcionara.

- Esa no es nuestra política, señor.

- Ah, perdone usted si le he faltado.

- Piense usted que no le cobramos desplazamiento.

- Ah, gracias, gracias.

Ante este panorama, decidí llamar al servicio técnico oficial de la marca, sabiendo de antemano que quizás sería más caro, pero con la necesidad de conocer una segunda opinión.

Al día siguiente, apareció este segundo técnico con una maleta repleta de herramientas. Lo primero que hizo fue preguntarme qué le ocurría al enfermo. Feliz, me explayé en mis explicaciones sobre botoncitos y llamas que no se aguantan. Incluso le hice una demostración práctica mientras él valoraba los síntomas y el tratamiento a tomar. En apenas media hora consiguió que ese calentador aguantara el botoncito, la llama y todo lo que se le pusiera por delante. Además, consiguió descubrir y cerrar una fuga que había pasado inadvertida ante la "rigurosa" comprobación del anterior técnico. La factura subió a 80 euros, que pagué con gusto. E inmediatamente después me pegué una buena ducha con agua hirviendo.

Moraleja:
En tema de averías y reparaciones, recurre siempre al técnico oficial,
de lo contrario la cartera te robarán.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Jajaja!!! Que bo! Jo vaig estar igual fa pocs mesos i també era un tema de "botoncito no se aguanta y cuando se aguanta, la llama no" i el tècnic em mirava extranyat, per sort, ho va arreglar sense cobrar-nos gaire.

Horrabin dijo...

Como corolario a la moraleja: "Lo barato sale caro" ;-)

El viejo Peter Pan dijo...

Sí, pero lo malo es que lo caro continua siendo caro!!