No sé qué le ocurre a Barcelona, pero cuando llega una estación, llega como un tren sin frenos. Durante la semana antes de Semana Santa, el invierno se aposentó en las calles y mostró todo su poder: Llovía, hacía frío... Después llegó la primavera , con sus aguas mil. Y esta semana ha estrenado el verano. Nada más abrir los ojos, uno comprueba que el verano ya ha llegado. El Sol irradia con alegría, las calles se iluminan y se ven con esa tonalidad propia del periodo estival, el aire huele diferente. El verano tiene un olor peculiar, diferente al resto de estaciones. Dicen que el olfato es el sentido que nos proporciona más información y que puede retener más recuerdos. Por eso, cuando olemos algo familiar, enseguida lo recordamos. A la vez, es el sentido que más rápidamente estamos perdiendo, en beneficio de la vista...
El verano ya ha llegado y con él, las camisetas de manga corta, las faldas, las tardes en las terrazas, la cerveza bien fresquita, los paseos por las Ramblas, las ganas de sonreir, los helados... Y la promesa de las vacaciones. Quizás a eso huele el verano: A libertad!
miércoles, 18 de abril de 2007
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