Ayer fui testigo de un hecho sorprendente a mi modo de ver, pero de una gran humanidad, quizás por eso me pareció sorprendente. Pongo en antecedentes.
En estos momentos, trabajo como conserge en una escuela universitaria y, entre mis ocupaciones, tengo la responsabilidad de la centralita telefónica. Es un edificio pequeño, con pocas clases y pocos alumnos, por lo que el trato entre estudiantes, profesorado, dirección y secretariado es muy cercano. Ayer llamó una chica que quería hablar con la responsable académica. Comenzó los estudios, pero por circunstancias personales, los abandonó hace un tiempo. Me explicó que su vida se ha estabilizado y que quiere retomar los estudios. Yo le informé del horario al que debía llamar, pero aún así tomé nota de su caso y le dije que lo comentaría con la responsable.
Cuando colgué, me dirigí al despacho de esta persona con la sensación de que no habría servido de nada haber anotado el teléfono de esta chica. Acostumbrado a los procesos burocráticos, creía que la responsable no se acordaría de esta chica, ni se guardaría mi nota y se olvidaría de ella hasta que volviera a llamar y hablara con ella. Para mi sorpresa, en cuanto le dije el nombre de la afectada, esta mujer reaccionó así: "Ay, sí, pobre, ya me acuerdo de ella, hace mucho que no viene y sólo le quedan un par de asignaturas, ahora mismo la llamo".
Esta anécdota me recordó mi experiencia universitaria. Las constantes peleas con las secretarias para cualquier trámite. Siempre faltaba algún papel. Si algo no aparecía en el ordenador, simplemente no existía, por muchas pruebas, testimonios y papeles que yo llevara. Llevo medio año licenciado y aún no he reclamado mi título, porque siempre pienso que en cuanto vaya, me dirán que me falta una asignatura o que hay un error en el ordenador y que mi expediente no existe. Eso ocurre en la mayoría de las universidades, ya no explico lo que puede ocurrir en la INEM, con Hacienda... Las exageradas jerarquías y estructuras burocráticas provocan que hacer una solicitud se convierta en una ascensión al Olimpo de los elegidos.
jueves, 15 de marzo de 2007
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4 comentarios:
Afortunadamente siempre hay casos como el que nos cuentas que nos recuerdas que, al fin y al cabo, somos humanos.
Un blogsaludo. ;-)
La mayoría, sí. De hecho, a pesar de lo mucho que he escupido (es facil) en contra de los funcionarios de la INEM, es de los más simpáticos que he encontrado (a veces, ojo!). Aún así, hay ciertos burocratas cuyo mejor amigo es un ordenador estropeado.
Abrazos!!
No te lo creerás, pero la semana pasada recibí un carta de la Facultad comunicando que "desde hace algún tiempo" tienen a mi disposición mi título universitario y que cuando quiera, por favor, que vaya a buscarlo. Que no me olvide del DNI y del resguardo. El DNI lo tengo a mano, pero el resguardo vete a saber dónde está. Terminé la carrera hace ahora unos... no sé, 13 o 14 años. Es que nunca encontraba un momento para ir.
Estoy totalmente de acuerdo contigo en la última frase. Después de pasar años en la Facultad y pelearte con la secretaría infinidad de veces, cuando te sacas el título, en lo último que piensas es en volver a ir. Yo le tengo un miedo atroz, porque SÉ que no será facil que me den el título, así, por las buenas.
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