
Anoche, mientras Wendy estudiaba a las tantas de la noche, aproveché para ver una película que hacía años que quería ver: "Jasón y los Argonautas" del año 1963. Increíbles efectos especiales (teniendo en cuenta las técnicas del momento) e historia mística donde las haya. Curiosamente, hace una semana vi "Troya", con Brad Pitt y Sean Bean. Sería injusto compararlas, sobre todo en el plano técnico.
Lo que me divertió más es comprobar como han cambiado los cánones estéticos. En "Troya", Brad Pitt luce unos pectorales y bíceps impresionantes, fruto de horas de gimnasio y dosis de

Mientras estaba viendo la película y pensaba en estas cosas, me acordé de Kirk Douglas rompiendo las dos columnas a las que estaba encadenado en "Espartaco" y recordé sus músculos y su barriga. A mi memoria vino también el barrigudo Bud Spencer y su enclenque compañero Terence Hill. Por supuesto, todos los malos preferían primero azotar a Hill, porque los brazos de Spencer eran temidos. Y hablando de malos, recordé también a Tiburón, el malo malísimo con dentadura de hierro de James Bond. Richard Kiel, el actor que lo personificaba, es un hombre altísimo, sin músculos aparentes, pero con una gran fuerza. Estoy seguro que en un ring, Brad Pitt (alias Aquiles) no duraría ni dos segundos frente al mastodóntico Tiburón (Alias Richard Kiel).
Quizás sea mi contexto, mi educación, mi niñez... Cuando veo en la pantalla a un malo que es delgado y tiene unos grandes biceps, me imagino al protagonista cogiendo un alfiler y pinchando los anabólicos músculos. Seguro que el malo saldría volando como un globo. Pero cuando veo a un malo alto y con una buena barriga, tiemblo sólo de pensar en los mamporrazos que propinarán sus robustos brazos.
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