Dicen que el viajero piensa más en el regreso que en la partida. Lo que nadie explica es que a la vuelta uno se encuentra con la rutina instalada en su casa y con las responsabilidades, mientras que durante el viaje uno siente la extraña sensación de sentirse libre.
Wendy y un servidor fuimos al país de Alí Babá, al país de las calles perfumadas de incienso, al país del té con menta. Recorrimos las calles abarrotadas de Marrakech, sentimos la soledad que se siente escuchando el silencio que impera en el desierto y nos relajamos en ese oasis marroquí que se llama Chaouen.
Ahora que ya hemos vuelto, añoramos más que nunca las pintadoras de henna, los aguadores, el regateo en cada esquina... Hasta la próxima, Inshalá!
miércoles, 29 de agosto de 2007
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